Lo Malo Conocido


Todos los días ocurre el mismo inevitable encuentro: el ceramista y sus ma-terias primas. Con los buenos días le llega al ceramista el lote de materias primad que le ha tocado en suerte lidiar en esa jornada. Si, decimos lidiar, y utilizamos esta palabra como sinónimo de torneo de la inteligencia y de la habilidad contra una brutalidad natural que puede llamarse toro, o puede llamarse cantera. El espada, el maestro, estudia a solas, con detenimiento, las reacciones y la con-textura de su enemigo antes de enfrentarse con él en el ruedo. No quiere expo-nerse a sorpresas. Además sabe que el bicho malo conocido es menos malo. El ceramista, consciente también, estudia y analiza sus materias primas cuando en-tran en los silos o en los depósitos. Las estudia con mirada profunda antes de hacerlas entrar en el ciclo de fabricación, porque en la fábrica, como en el ruedo, los titubeos suelen tener consecuencias tristes. Cuando las materias primas ya van en danza por cintas transportadoras,, laminadores, galleteras o molinos, han de ser manejadas con mano firme, con pulso seguro, si queremos que desembo-quen en unos productos terminados perfectos. No cabe duda de que durante la marcha de la fabricación se pueden hacer correcciones, pero cuando éstas se hacen en forma apresurada, guiándose más por la intuición que por la medida, se puede entrar fácilmente en un peligroso juego pendular de descompensaciones. Y no hay que olvidar nunca que entre el principio y el final de la fabricación hay mucha plata invertida.
El cirujano tampoco quiere improvisar. Prefiere analizar, radiografiar, auscul-tar, sondear a su pac’.ente antes de encontrárselo sobre la mesa de operaciones, porque sabe lo mucho que vale toda esta información previa. Antes de la ope-ración, el estudio es más sosegado. Durante la operación hay que improvisar únicamente en aquello que no se pudo preveer. En la previsión amplia y con-cienzuda está, casi sin excepción, la clave del éxito.
Podríamos pasar así revista a otras muchas profesiones y señalar la modalidad de planeamiento y previsión que en cada una se utiliza. Pero no es necesario. Con lo dicho basta para que el ceramista se aplique el cuento y abra los ojos a una realidad insoslayable. No basta con quejarse a diario de la falta de homogeneidad de los suministros. La razón para estas quejas puede rezumar por todos los poros, pero lo cierto es que las materias primas, buenas, regulares o malas están ya en los silos y hay que comenzar a trabajar con ellas. Una cuidadosa identificación de estas materias primas nos indicará cual o cuales de ellas son decididamente rechazables y cuales pueden entrar en el ciclo de fabricación. El estudio de estas últimas nos señalará asimismo las modificaciones que es necesario idealizar en la composición de las pastas o en Ips condiciones de fabricación.
Las materias primas podrán ser malas, pero nadie se atreverá a negarnos que si son conocidas son menos malas. Lo malo conocido puede casi siempre domi-narse mejor que lo bueno desconocido. Y esta sabiduría no es de ahora precisamente.
Aunque nuestra agenda esté sobrecargada, tratemos de hacer un pequeño hue-co para esta frase útil: aLo malo conocido es menos malo y), y recordémosla en esas ocasiones en que resulta más fácil encender la mecha de la ira que pararse paciente y sosegadamente a conocer lo malo para que lo sea menos.
Lo ideal sería esto, lo ideal sería lo de más allá. Sí ya lo sabemos. El decir lo que sería ideal puede estar al alcance incluso de algunos necios, pero muy po-cos son los capacitados para resolver adecuada e inmediatamente los problemas que se presenten, con los medios de que se disponga, aunque estos sean deficien-tes. Con buenas materias primas se pueden hacer maravillas, pero el mérito está en fabricar productos buenos con materias primas que no pasan de la mediocri-dad. Y ello es posible si se sigue la enseñanza del refrán de nuestra agenda.
https://boletinessecv.es/wp-content/uploads/2025/03/20120511112734.z19630203.pdf