Pan Para MaÑAna

El futuro pertenece a aquellos que se preparan para recibirlo. Nada más y nada menos. El futuro es suyo porque son ellos los primeros en darle la bien-venida y los primeros en recoger la huella de su pisada. El futuro también es de los demás, pero a éstos no llega con la misma frescura, con la misma fragancia. Los que se duermen en la espera reciben un futuro viejo, resobado, de segunda mano.
Unos reciben las noticias por teletipo a las tres de la madrugada, mientras que otros, por el contrario, se conforman con leerlas en el trozo de periódico que envuelve la fruta.
Si de verdad se quiere vivir siempre en el minuto actual, hay que guardar vigía permanente y hay que poner en juego todos los resortes de previsión. El primer saludo y la primera sonrisa del viajero que llega serán para el que se yergue de puntillas en la cabecera del andén, y no para el que dormita en un banco de la sala de espera. Cuando hay sonrisas para todos no importa demasiado esperarlas dormitando en cualquier rincón de la estación. Pero cuando existe solamente una, y es muy querida, ser el segundo es ser el último.
En la industria de hoy —como en la vida de siempre— ser el segundo es ser el último. Si nuestra industria quiere escribirse con mayúscula —por importante y por única— debe grabar a fuego en su conciencia esta verdad. No hay segundos puestos, no hay premios de consolación, no hay más que primeros lugares para aquellos que logren vencer en la lucha. El laurel o la mazmorra. Y los primeros puestos se alcanzan solamente cuando se sabe meter el brazo en el futuro para acaparar unos frutos que aún son flores.
El fruto es la técnica, la flor es la ciencia. La ciencia de hoy es la técnica del mañana.
Tenemos hambre y buscamos frutos. Las flores alegran los sentidos pero no sacian el hambre. Esto es cierto. No sacian el hambre de hoy. Pero serán el sustento de mañana.
Las flores fructificarán en las manos que las cuidan, y mientras, otras manos quedarán vacías, desoladamente vacías. Da escalofrío pensar que esas ma-nos que han de quedar mañana vacias puedan ser las mismas manedtas que hoy aprietan sus juguetes a nuestro alrededor. Los hombres de hoy tienen la palabra.
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