Los TÉCnicos Del MaÑAna


En el momento actual, en que nuestra sociedad vive obsesionada por la idea del desarrollo económico, existe el evidente peligro de que algunos sectores de la producción planteen sus problemas, y traten de resolverlos, en términos casi exclusivos de los factores económicos, relegando a un último plano los factores humanos. Al planear una nueva instalación industrial, se hace un estudio meticuloso y exhaustivo de los medios de financiación, de los mercados suministradores y consumidores, de la fabricación de la maquinaria, etc., etc, Y ai final, cuando ya todo parece estar decidido, se redactan unos cuantos anuncios para la prensa, solicitando técnicos superiores, técnicos medios, especialistas, etc., o se hacen atropelladamente algunas gestiones privadas para tratar de reclutar las personas necesarias, aunque para ello haya que irrumpir en la viña del vecino.
La nueva empresa no considera obvia la existencia de unos mercados propicios, y por ello hace un profundo estudio previo. Por la misma razón analiza cuidadosamente los restantes factores que han de pesar en la decisión final, con la excepción del capítulo de personal —sobre todo altamente especializado— que, inexplicablemente, confía en resolver satisfactoriamente en el momento final.
En nuestro país, y concretamente en el campo de la cerámica, no nos parece tan fácil ni tan inmediato el hallar el personal especializado requerido, por la sencilla razón de que no existen los necesarios y adecuados centros de enseñanza que surtan de estos especialistas a la industria. Como es bien sabido, la industria Cerámica española contrata a especialistas de otras ramas y los adapta a sus necesidades. Este triste problema con que se encuentran nuestras fábricas ha sido expuesto, proclamado y discutido hasta la saciedad, pero hasta el momento no se han tomado las medidas necesarias para resolverlo. Ello, en el fondo, indica que, o no se aprecia y reconoce adecuadamente él papel de los técnicos en la industria, o egoístamente se pretende resolver el problema particular de cada empresa, esquivando cualquier intento de acción colectiva para resolver el problema nacional. La primera de las razones es, quizá, aplicable a las empresas pequeñas o poco desarrolladas, que operan en un bajo nivel tecnológico, y que, en consecuencia, no sienten verdaderamente la necesidad de la técnica ni de la ciencia. Las empresas grandes y bien desarrolladas que, sin duda, comprenden el papel del personal altamente calificado, se sienten capaces de resolver a costa de lo que sea su propio problema, aunque para ello hayan de recurrir al entrena-miento de técnicos de otras especialidades, a la importación de cerebros o, incluso, a sustraer personas ya experimentadas de otras empresas.
Resulta evidente que ninguna de estas actitudes facilita el camino a las soluciones amplias y de largo alcance, que son en definitiva las que han de asegurar la existencia de una industria cerámica poderosa y genuinamente nacional.
Conviene subrayar también la opinión generalizada de que los asuntos de tajita envergadura deben ser de la incumbencia exclusiva del Estado. Y ello tiene mucho de cierto, pero no es menos cierto que las soluciones de tipo^ estatal solamente se alcanzan cuando existe una razón noble, unos enunciados claros y una voluntad de cooperación coherente y firme por parte de los sectores interesados.
Nos parece absolutamente lógico que las empresas traten de buscar solu-ciones inmediatas a los problemas de personal especializado que tienen plantea-dos en la actualidad, pero nos parece suicida el que la industria cerámica española, considerada en su conjunto, siga dejando para mañana la elaboración seria y concienzuda de unas soluciones nacionales, amplias y de largo alcance, que garanticen la disponibilidad del personal técnico y científico que hoy ya está necesitando angustiosamente.
Sin el auxilio de nutridas generaciones de jóvenes inteligentes, capacitados y hábiles, que hayan asimilado durante su vida académica los principios básicos de la ciencia cerámica, nuestras instalaciones y nuestros procesos serán permanentemente viejos o permanentemente extranjeros. No hay otra alternativa. Sin cerebros no hay industria, y sin cerebros nacionales no hay industria nacional.
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