Continuando con la línea de nuestra editorial anterior sobre la forma de articular la colaboración en los planes de I+D entre los centros de investigación y las empresas privadas, se puede decir que las ayudas de las industrias en otros países industrialmente desarrollados suelen ser fundamentalmente de tres tipos: a) filantrópicas; b) apoyando ampliamente un plan de investigación, como son programas nacionales o internacionales, y c) licencias que generalmente implican una motivación comercial en el desarrollo de un producto.
Si se analizan con detalle estas posibilidades de colaboración, veremos que también son actualmente posibles en nuestro país y, aunque ha habido un espectacular crecimiento en las interacciones del mundo de la investagación-industria, no están todavía aprovechadas al máximo.
Las ayudas «filantrópicas» consisten en incentivar la formación de estudiantes postgraduados o aumentar la imagen pública, e incluso publicitaria, de una compañía industrial. En este tipo de ayudas hay ejemplos muy loables y concretos en el caso del sector cerámico por industrias que han comprendido desde hace tiempo el alto valor que tiene este tipo de ayudas, pero hay que reconocer que aún es insuficiente en nuestro país, pues muchos, llevados por un excesivo pragmatismo económico a corto plazo, aún no alcanzan a ver las ventajas que reportan este tipo de ayudas.
Con el apoyo y/o cooperación en planes de I-hD nacionales e internacionales, se aumentan los conocimientos en un área, se recluta gente especializada e incluso se tiene acceso a cierto tipo de instrumentación científica que no está al alcance de las empresas. Normalmente, si estos planes tienen objetivos específicos, pueden reportar grandes ventajas a una compañía. Este tipo de interacción hoy día es factible en España a través de numerosos programas que convoca la Comisión Interministerial de Ciencia y Tecnología, CEDETI, o por medio de pro-gramas europeos, EURAM, BRITE, etc.
En este campo ha habido un espectacular aumento de interacciones con la industria en campos como la biotecnología y microelectrónica, y comienza a haber un fuerte incremento en el sector de nuevos materiales, pero el sector cerámico y vidriero creemos que aún no ha explotado al máximo este tipo de colaboraciones que hoy día son posibles a través de numerosos canales de interacción.
La motivación comercial que supone la firma de un acuerdo de desarrollo de una «patente» es la tercera vía que comentamos y, por desgracia, ha sufrido una disminución importante en los últimos años debido a las fuertes inversiones que requieren su desarrollo tecnológico y el grado mínimo de compensaciones económicas y profesionales que reporta al investigador de centros estatales y además, normalmente, no se puede publicar prácticamente nada en este tipo de acuerdos.
Este último aspecto es y será siempre un motivo de conflicto, ya que los centros universitarios y estatales de investigación dan prioridad a la publicación de resultados. Mantener la confidencialidad puede crear conflictos con las empresas. Además, existe a veces el peligro que los intereses industriales interfieran con la labor de enseñanza o de investigación teórica, que siempre será necesario mantener.
Sería beneficioso que cuando se producen éxitos en este tipo de interacciones se les diera suficiente difusión, para que otros aprovecharan la experiencia de la gestión de este tipo de proyectos. Concluyendo, repetimos las palabras de J. Grasselli de la Universidad de Ohio, sobre las ventajas que reporta la investigación: «Si se quiere actualmente competir en merca-dos tales como la CEE hay que apoyar sin reservas las iniciativas investigadoras para convertir las ideas en nuevos productos de calidad» y que ennoblezcan la vida del hombre moderno.
JESÚS Mª. RINCÓN
Secretario General de la SECV
https://boletinessecv.es/wp-content/uploads/2025/03/20120508131727.z19902903.pdf