
Los recursos humanos
Las personas que conocen el clima de los países del norte de Europa com-prenden perfectamente por qué dichos países se ven obligados a importar fru-tos cítricos de otros cuyo clima es más templado. Las razones de clima son suficientemente poderosas para condicionar el que unos países sean importa-dores y otros exportadores de estas mercancías. La idea reflejada en este ejemplo es igualmente válida para todas las riquezas de origen natural. La naturaleza puede haber sido pródiga con unos países y mezquina con otros. A los países que han salido malparados en esta distribución no les queda más remedio que aguzar el ingenio para buscar sustitutivos o recurrir a la importación.
Ahora bien, la técnica, considerada como una riqueza que engendra la mente humana, es independiente de la prodigalidad con que la naturaleza haya dottado las tierras y los mares de unos u otros países. Como es bien sabido, existen grandes países que atesoran importantes reservas naturales y, sin embargo, poseen un bajo nivel tecnológico, y otros, por el contrario, poseyendo una escasa riqueza natural han logrado gran jerarquía tecnológica. Debido a que la técnica es algo que puede comprarse y venderse, que puede circular en el mercado de análoga manera que otros bienes más tangibles, se produce el hecho de que irnos países son esencialmente exportadores de técnica y otros esencialmente importadores. La existencia de estas corrientes de nivelación indica claramente que existen diferencias notables en la producción de los diversos países. Teniendo en cuenta que la técnica se engendra en el círculo humano, y no en el círculo de la naturaleza, las razones de cantidad y calidad de su producción hay que buscarlas precisamente en el mencionado círculo humano. Al llegar a este punto del razonamiento podríamos enzarzarnos en la eterna discusión acerca de la existencia o no existencia de una capacidad y predisposición para la técnica innatas en los diferentes grupos étnicos. Sin embargo, no vamos a hacerlo porque está en nuestro ánimo subrayar otras ideas. Los pueblos que poseen abundantes riquezas naturales pueden, si lo de-sean, vivir de sus rentas, y no sienten una necesidad imperativa de llegar a ser exportadores de técnica. Les basta con exportar parte de sus bienes naturales con un mínimo de transformación. Por el contrario, los pueblos que cuentan con escasos recursos naturales deben necesariamente aumentar en lo posible su producción de técnica con el fin de multiplicar el valor de dichos recursos, e incluso convertirse en exportadores de la misma. Han de tratar de utilizar al máximo su potencialidad humana.
Resulta evidente que para conseguir este fin hay que comenzar por elevar el nivel cultural de las gentes y por crear un clima social propicio al desarrollo de la vida intelectual. Esta movilización general de recursos humanos exige unas amplias vías de acceso al mundo de la cultura, y una organización apropiada para que cada individuo rinda el máximo que le permitan su talento y su habilidad. De no cumplirse esta líltima condición, los individuos preparados seguirán el camino de la emigración para buscar ambientes más propicios al ejercicio de sus profesiones. Si lo que se pretende es que el país se beneficie del talento de sus gentes, tan importantes son los programas culturales que contribuyen a desarrollar esos talentos, como el establecimiento de condiciones aptas para la fructificación de los mismos.
La emigración es en cierto modo análoga a la exportación de materias primas. Lo interesante no es exportar materias primas para que otros países las revaloricen y extraigan el beneficio final, sino realizar las operaciones de re-valorización en el propio país y exportar los productos terminados. Con la emigración ocurre algo parecido. No interesa que salga del país lo que pu-diéramos llamar talento en bruto. Lo que realmente interesa es que el talento fructifique dentro del país, y lo que salga a través de las fronteras sea el fruto de dicho talento. Concretamente, en el caso de España, nuestras universidades y escuelas están descubriendo y formando indudables valores humanos, pero a veces nos preguntamos si cuando estas personas salgan a comenzar su ejercicio profesional, la sociedad va a saber utilizar su valor de una manera racional y com-pleta, y va a saber ofrecerles unas condiciones de trabajo y de remuneración estimulantes y dignas. Nuestro clima meteorológico es suficientemente bueno para el cultivo de los frutos cítricos, pero nuestro clima social aún dista de ser adecuado para el cultivo de la ciencia y de la técnica. En el fondo, peor hubiera sido lo contrario, porque la modificación del clima social es algo que posiblemente esté en nuestras manos.
Las personas que conocen el clima de los países del norte de Europa com-prenden perfectamente por qué dichos países se ven obligados a importar fru-tos cítricos de otros cuyo clima es más templado. Las razones de clima son suficientemente poderosas para condicionar el que unos países sean importa-dores y otros exportadores de estas mercancías. La idea reflejada en este ejemplo es igualmente válida para todas las riquezas de origen natural. La naturaleza puede haber sido pródiga con unos países y mezquina con otros. A los países que han salido malparados en esta distribución no les queda más remedio que aguzar el ingenio para buscar sustitutivos o recurrir a la importación.
Ahora bien, la técnica, considerada como una riqueza que engendra la mente humana, es independiente de la prodigalidad con que la naturaleza haya dottado las tierras y los mares de unos u otros países. Como es bien sabido, existen grandes países que atesoran importantes reservas naturales y, sin embargo, poseen un bajo nivel tecnológico, y otros, por el contrario, poseyendo una escasa riqueza natural han logrado gran jerarquía tecnológica. Debido a que la técnica es algo que puede comprarse y venderse, que puede circular en el mercado de análoga manera que otros bienes más tangibles, se produce el hecho de que irnos países son esencialmente exportadores de técnica y otros esencialmente importadores. La existencia de estas corrientes de nivelación indica claramente que existen diferencias notables en la producción de los diversos países. Teniendo en cuenta que la técnica se engendra en el círculo humano, y no en el círculo de la naturaleza, las razones de cantidad y calidad de su producción hay que buscarlas precisamente en el mencionado círculo humano. Al llegar a este punto del razonamiento podríamos enzarzarnos en la eterna discusión acerca de la existencia o no existencia de una capacidad y predisposición para la técnica innatas en los diferentes grupos étnicos. Sin embargo, no vamos a hacerlo porque está en nuestro ánimo subrayar otras ideas. Los pueblos que poseen abundantes riquezas naturales pueden, si lo de-sean, vivir de sus rentas, y no sienten una necesidad imperativa de llegar a ser exportadores de técnica. Les basta con exportar parte de sus bienes naturales con un mínimo de transformación. Por el contrario, los pueblos que cuentan con escasos recursos naturales deben necesariamente aumentar en lo posible su producción de técnica con el fin de multiplicar el valor de dichos recursos, e incluso convertirse en exportadores de la misma. Han de tratar de utilizar al máximo su potencialidad humana.
Resulta evidente que para conseguir este fin hay que comenzar por elevar el nivel cultural de las gentes y por crear un clima social propicio al desarrollo de la vida intelectual. Esta movilización general de recursos humanos exige unas amplias vías de acceso al mundo de la cultura, y una organización apropiada para que cada individuo rinda el máximo que le permitan su talento y su habilidad. De no cumplirse esta líltima condición, los individuos preparados seguirán el camino de la emigración para buscar ambientes más propicios al ejercicio de sus profesiones. Si lo que se pretende es que el país se beneficie del talento de sus gentes, tan importantes son los programas culturales que contribuyen a desarrollar esos talentos, como el establecimiento de condiciones aptas para la fructificación de los mismos.
La emigración es en cierto modo análoga a la exportación de materias primas. Lo interesante no es exportar materias primas para que otros países las revaloricen y extraigan el beneficio final, sino realizar las operaciones de re-valorización en el propio país y exportar los productos terminados. Con la emigración ocurre algo parecido. No interesa que salga del país lo que pu-diéramos llamar talento en bruto. Lo que realmente interesa es que el talento fructifique dentro del país, y lo que salga a través de las fronteras sea el fruto de dicho talento. Concretamente, en el caso de España, nuestras universidades y escuelas están descubriendo y formando indudables valores humanos, pero a veces nos preguntamos si cuando estas personas salgan a comenzar su ejercicio profesional, la sociedad va a saber utilizar su valor de una manera racional y com-pleta, y va a saber ofrecerles unas condiciones de trabajo y de remuneración estimulantes y dignas. Nuestro clima meteorológico es suficientemente bueno para el cultivo de los frutos cítricos, pero nuestro clima social aún dista de ser adecuado para el cultivo de la ciencia y de la técnica. En el fondo, peor hubiera sido lo contrario, porque la modificación del clima social es algo que posiblemente esté en nuestras manos.
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